LA TÉCNICA ALEXANDER PARA EL CONTROL EMOCIONAL Y PARA COMBATIR LA ANSIEDAD

GUILLEM (TRADUCTOR)

La primera vez que me dieron una clase de técnica Alexander no sabía muy bien qué estaba haciendo.

Fui allí porque en ciertos momentos y por motivos circunstanciales experimentaba ansiedad, tensión y rabia. Cuando me controlaba uno de estos sentimientos decía y hacía cosas que, luego, con un poco de reflexión, tenía claro que no debería haber hecho o dicho. Había observado que estos sentimientos mejoraban con el ejercicio y la relajación física.

Por este motivo, probé la técnica Alexander como hubiese podido probar el aerobic. Por suerte, escogí la técnica Alexander en vez del aerobic.

La técnica Alexander se diferencia de todas las otras técnicas de relajación por un elemento capital. En vez de estirar, ejercitar o modificar, se trata de no hacer.

No hacer nada parece muy sencillo a primera vista: basta con sentarse o estirarse en el suelo, con estarse quieto. Sin embargo, “no hacer” es un concepto muy difícil de entender cuando no se ha probado la técnica Alexander. A lo largo de las sucesivas sesiones, se aprende que “no hacer” resulta complicado. Cuando creemos que no hacemos nada (quietos, sentados, estirados), en el fondo estamos haciendo muchas cosas, casi siempre de forma inconsciente. Sin darnos cuenta, tensamos los músculos de muchas partes del cuerpo de modo innecesario, mucho más allá del esfuerzo mínimo necesario para mantener esa postura.

Casi nunca somos conscientes de esta tensión corporal, o bien, si la percibimos, a menudo menospreciamos su influencia. Esta tensión que nos recorre y que suele pasar desapercibida puede tener diferentes orígenes. Para algunas personas puede ser fruto de una mala postura corporal. En mi caso es el resultado directo de un estado emocional. Mi ansiedad, mi tensión y mi rabia se traducen directamente en una tensión muscular a la que yo no daba mucha importancia. ¿Qué más importa si algunos músculos del cuerpo están un poco más tensos que otros?

Sin embargo, ahí es donde entra precisamente la experiencia de la técnica Alexander. A través de ejercicios mínimos (sentarse repetidas veces, estirarse en una camilla) y con la ayuda del profesor, el alumno empieza a reconocer qué partes de su cuerpo acumulan tensión y están bloqueadas. A continuación, y de forma progresiva, el alumno aprende a relajar estas zonas.

Entonces ocurre el “milagro” de la técnica Alexander. Tras relajar estas zonas musculares abandonas el aula con la sensación de que algo ha cambiado. Tu cuerpo está más relajado y flexible, dispones de una elasticidad poco usual como si hubieses estado haciendo estiramientos. Sin embargo, no has estirado nada, simplemente, al relajarlo, el músculo se ha alargado. Pero esto no es lo más importante, al menos no para mí. El “milagro” del que hablaba antes es que sales de la clase y los sentimientos de ansiedad, tensión o rabia se han apaciguado en gran medida. Experimentas una gran tranquilidad.

El cuerpo y nuestra mente están relacionados. Si soy consciente de que los sentimientos de ansiedad, tensión y rabia crean en mi cuerpo una tensión muscular subyacente, no sabría explicar por qué eliminando esta tensión los sentimientos desaparecen al mismo tiempo. Pero es así. Aunque para comprenderlo seguramente hace falta experimentar este proceso por sí mismo.

Ahora utilizo la técnica Alexander para eliminar las tensiones que aparecen en mi cuerpo como resultado de las experiencias desagradables de la vida diaria. No he alcanzado ningún estado de tranquilidad absoluta, pero acumulo menos ansiedad, tensión y rabia.

De forma indirecta, en el día a día, al ser más consciente de las tensiones musculares que aparecen en mi cuerpo, cuando las percibo éstas sirven de alerta sobre mi estado personal. Sé que debo hacer algo para relajarme y así puedo evitar que ciertos sentimientos me lleven a realizar acciones que no me benefician.

Éste es el principal beneficio que yo he obtenido con la técnica Alexander. Más tranquilidad, una mayor conciencia de mi estado emocional y un mayor control sobre mi mismo.